Page 130 - CATALOGO MIGUEL ZELADA_2020_FLIP
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De 2010 es la acuarela Casas de Zalaeta, toda ella luminosidad de galerías acristaladas, bajo un cielo de blancas nubes,
con dos toques de naranja y de dorado. una arquitectura a la que hace danzar su particular muiñeira geométrica.
De 2015 son Lians III y Lians IV, cuyos motivos son la iglesia de Santa Eulalia de Lians vista de frente y por detrás, respecti-
vamente,. rodeadas de árboles, entre la exultante luz del verano. Ria del Pasaje, de 2016, vuelve a la poética del mar, pero
ahora es un claro y apacible espejo, un rincón en calma de la ría, en el que cantan los reflejos de la orilla. En Puerta Real, de
2017, pone a danzar la arquitectura de las galerías, como si fueran a descoyuntarse, mientras proyecta sobre ellas la som-
bra fantasmal del edificio modernista de la esquina. Del mismo año, el Parque de la Ría del Burgo también parece moverse,
aunque en lento baile veraniego, al que invita la nítida luz blanca que atraviesa el fresco y gozoso verdor de la arboleda.
De 2016 es Desde las Jubias, hermosa obra en la que establece un diálogo entre las orilladas tierras y la lengua de agua
que se aleja hacia el horizonte como un camino de blanca luz ; una roja casa junto a oscuros árboles en primer plano cons-
tituye una atalaya humanizadora, el contrapunto a la inmensidad. Y podemos así sentir una vez más la comunicación cordial
que busca establecer entre vida y entorno, en toda su obra.
Al tema del paisaje coruñés vuelve en 2018 con El monte de San Pedro, besado por las aguas, profundamente azules y
ahora en calma del mar de Riazor; a un lado del monte se yerguen los edificios de la barriada; en primer plano, blancas
espumas entre las rocas. Y, al fondo, la evocación azul de la lejanía. También del mismo año es Playas del Orzán y Riazor, un
cuadro en el que mira a la ciudad desde un mar en calma, en un día de celeste luz y pasajeras nubes blancas , en el que nos
devuelve ese otro rostro de A Coruña. el de un lugar acogedor y amable, donde prima la cortesía y el fair play.
En Puerto deportivo, de 2018, somete las galerías de la ciudad a un último baile de aventuras marinas que aguardan en los
veleros de competición de la Cuty Sark
Con Entre dos luces, de 2019 se cierra este viaje, anclándonos en un precioso atardecer dorado por los últimos rayos sola-
res, en uno de los lugares más emblemáticos de la ciudad: el Paseo de La Marina, junto a la Dársena, en una hora propicia
para todas las incitaciones liminales y las mágicas ensoñaciones del alén.
REFLEXIÓN FINAL
Decía Balzac: “El artista debe meditar con el pincel en la mano”, un aserto que puede aplicarse con justicia a Zelada, pues
hemos visto como, en sus autorretratos, se ha reflejado a si mismo enfrascado en hondas cavilaciones; pero sobre todo
hemos sentido que cada una de sus obras da también testimonio de una demorada y penetrante meditación, de que se trata
de un artista que no cesa de escuchar intensamente qué es lo que quiere el tema que lo ocupa, sea persona o paisaje y qué
secretos palpitan en él. Toda su obra es una continua interrogación, un continuo asombro, una deslumbrada inspiración y
una búsqueda inacabable, en la que ha conseguido, en sus mejores momentos, la captación de acordes raros y refinados,
en modulaciones exquisitas y siempre nuevas de luz y de color, haciendo del cuadro lo que debe ser: una perfecta organi-
zación de relaciones de formas y colores que sean música para la mirada y alimento para el espíritu. Como Cézanne, busca
en todo ser y en todo lugar sus caracteres permanentes, su verdad más desnuda , elimina lo superfluo para centrarse en la
arquitectura interna del cuadro y en los ritmos subyacentes y elevarlo así a construcción inspirada, de acentos líricos, que
pueda dar cuenta del corazón de las cosas. Decía Stravinsky que la música no sólo debe ser escuchada, debe ser vista.
Podemos darle la vuelta a este aserto y decir que la pintura de Zelada no solo debe ser vista, también debe ser escuchada.
Ánxeles Penas, enero 2020
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