Page 129 - CATALOGO MIGUEL ZELADA_2020_FLIP
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TEXTOS EN CASTELLANO


            latido de asombradas emociones. Pues ¿ qué puede haber más rico de vivencias que una casa?
             De las muchas obras que pintó cuando realizó el Camino de Santiago, en 2004, nos ofrece la Plaza del Obradoiro,  con su
            pavimentación resplandeciente de luz,  para recibir a los peregrinos que se yerguen como anónimas siluetas junto a la
            imponente  fachada de la catedral. También es de esta época Plaza del Grano de León, un recogido espacio, en el que se
            respira  soledad y silencio que son los acompañantes del peregrino; aquí vuelve a dar un protagonismo especial al suelo ilu-
            minado, que deviene así en un camino de dorada luz curvándose para penetrar entre los edificios color tierra, lo que resalta
            la idea solar inherente al peregrinaje hacia los confines de Occidente;.
             En 2006 realiza, en un viaje a Sicilia, el tríptico de El valle de los Templos, tres obras que son a la vez oda y elegía al esplen-
            dor que la Grecia helenística extendió por el Mediterráneo y que erigió en este valle un espacio de sacralidad, émulo de
            aquel en que se yergue El Partenón. Miguel recoge todo eso en las ruinas de piedra rosada que se alzan como oraciones
            mudas sobre el rocoso valle. En Taormina ofrece, en perspectiva de lejanía, una visión casi épica de este lugar, con las
            ruinas color siena y rosa del circo en primer término y el núcleo urbano de pareja tonalidad escondido entre  montañas de
            verde oliváceo, mar y cielo azul; la luz y el alma del Mediterráneo, en plenitud
             Hay un grupo de obras de 2007 y 2008,dedicadas a  A Coruña en las que el espíritu de la ciudad  y la belleza de sus rincones
            y de su arquitectura está presente; también lo están las luces atlánticas, en las que impera el azul. Una vez más podemos
            comprobar como atempera acertadamente los colores de su paleta a las exigencias del motivo. Así, en planos intensamen-
            te azules de suelo y de cielo y bajo otros planos que son como aéreas veladuras, se encuadra el Palacio de María Pita,
            inundado de áurea luz. La Plaza del Humor la pinta entre nubes azul turquesa del cielo y  un brillante y resbaladizo triángulo
            azul celeste del suelo  que arropan a dos blancos edificios y a las  pardas arquitecturas en sombra del mercado de San
            Agustín . El rincón de  la iglesia de San Jorge aparece sumergido  en un granítico letargo de grises limonados y sombras
            azul noche, bajo un cielo de vibrante azul.  En Tranvía por la Domus  predomina la tonalidad fría del azul y del gris pizarroso
            del imponente edificio, aunque entibiada por algunos toques malva-rosáceos. En Tranvía por el Paseo Marítimo también
            van atemperados los azules de la masa del fondo y de la curva avenida, por el amarillo del tranvía, los rojizo-terrosos de las
            farolas y la tibia luz ámbar del cielo. A la Iglesia de Santiago la pinta con azules de piedra granítica, entre el contraste de la
            clara luz del cielo que la inunda y  la moradas sombras de la calle que da acceso a ella. En otros rincones, como el de la Calle
            Panaderas  se impone el intenso rojo de las fachadas del fondo y la entonación violáceo-morada de cielo y sombras, pero
            no falta el toque azulado de las coruñesas galerías. Canta el anaranjado atardecer sobre el rincón de la Dársena dejando
            sobre las quietas aguas azules y los apiñados barcos en sombra toda la misteriosa poética de una ciudad hecha por el mar.
              Destaca en este grupos de obras dedicadas a su ciudad, la que hace de la Plaza de España. Es una obra de una gran sen-
            cillez compositiva: tres casas de fondo, un grupo de abultadas y pequeñas matas oscuras en primer plano y, alzándose a su
            lado, dos altos árboles de estilizado tronco rematados por ligeras y globulosas rematadas copas moradas,casi traslúcidas,
            que parecen volar para fundirse con la luz malva del cielo que envuelve también todo el conjunto; la rosácea fachada del
            edificio central pone el necesario contrapunto de calidez . Es una obra que demuestra exquisita sensibilidad cromática y
            que hace sentir el aire, en una cierta aproximación al esfumato leonardesco.
              El océano Atlántico también tiene todos los matices del azul y así lo pinta, en los cinco cuadros que titula Mar, de 2012 y
            2014,  en los que recoge toda la fiereza de las aguas del Orzán y de Riazor, sus agitadas corrientes y sus encrespadas olas
            de blanca espuma ,pero, sobre todo, la inmensidad  en la que cielo y mar se funden, con todas las incitaciones de horizontes
            de lejanía y de ultramares que llevan al más allá.  Suenan estas aguas  como las del mar maior  que cercaron a la fermosa
            doncella  de la cantiga de Meendinho



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