Page 125 - CATALOGO MIGUEL ZELADA_2020_FLIP
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TEXTOS EN CASTELLANO
Autorretratos
Son siete los autorretratos presentes en la muestra, en los cuales cuenta sobre todo, más que el parecido físico, la cap-
tación emocional del instante en que se pintaron y que por lo tanto son visiones diferentes de si mismo, que nos recuerdan
aquello que dice Lawrence Durrell en El cuarteto de Alejandría: “La personalidad concebida con límites fijos es una ilusión”.
Zelada tiene esa sabiduría perceptiva, esa lúcida visión. Su primer autorretrato de 1974 muestra un joven pensativo de her-
moso rostro, con un pincel en la mano, que parece meditar en cómo dar la próxima pincelada en la obra que está pintando.
En el autorretrato de1977 su rostro se ha endurecido, se pinta serio y reconcentrado, con gesto un tanto adusto, con la faz
ensombrecida por tintas terroso-grisáceas y la oscuridad cegando sus ojos, lo que parece sugerir que para ver de verdad
hay que escudriñar las sombras.
La importancia de la mirada queda resaltada de nuevo en sus Autorretratos cubistas, de la década del 80, en los que, si-
guiendo de modo moderado las pautas del cubismo analítico, resalta el plano que encuadra el ojo: el derecho, en un caso y
el izquierdo en otro, mientras la boca parece dibujar un gesto de muda pregunta. La luz está ahora sobre el rostro resaltan-
do sus carnaciones ocre rosáceas, a las que rodea una penumbra, perfectamente entonada, de planos grises.
Extraordinario es el autorretrato de 1994, en que se pinta de pie y de cuerpo entero, con la paleta de pintor en la mano de-
recha, arropado por una dorada luz del fondo que ilumina su cabeza, sostiene el pincel en el aire con la mano izquierda y su
rostro de expresión meditabunda, parece afrontar el enigma de un problema plástico que le ofrece el cuadro.
“ Autorretrato con chaqueta roja” de 2006 es una versión muy libre de sí mismo, en la que cuenta más la actitud de la mano
que traza una línea roja sobre el soporte y la alusión al oficio .que el parecido. De nuevo el barbado rostro gris parece dirigir
su mirada al infinito para perderse en ensoñaciones íntimas, mientras los tres toques de rojo vivo en brazos y cuenco ponen
sobre las grisáceas temperaturas del fondo las razones encendidas del corazón
Retratos
Como ya señalamos, comenzó su andadura plástica haciendo retratos de sus hermanos y familiares, tratando de destacar
aquellos rasgos que comportaban mayor expresividad y acercamiento a la psicología del retratado (una herencia quizá de
las antiguas caricaturas de cuando era colegial). Se puede hablar, por lo tanto, de un moderado expresionismo- que no
cae en el exagerado pathos, pero sí trata de revelar las tensiones del alma; tal vez por ello se preguntaba acertadamente
Carmen Nieves “Miguel: ¿ retratas o confiesas?”.
Joven sentada, de 1987, trasluce esa tensión en las líneas angulosas del rostro y en el gesto de protección de los brazos
cruzados sobre el pecho; el vivo color azul turquesa de la ropa encuentra su perfecta complementariedad en las luces ana-
ranjadas que vibran en el suelo y ponen puntos de luz sobre cabello, rostro y brazos, una veladura malva azulada se escorza
sobre la parte superior de la joven como cubriendo su pensativa figura de un halo distanciador.
En 1976 realiza los retratos de sus hijos Sara, Beatriz y Miguel, en los cuales refleja (una excepción a ese moderado
expresionismo que apuntábamos) el dulce y apacible rostro de tres niños y donde la única tensión es la de los contrastes
complementarios del color que enfrenta los tonos rosáceo-tierra de las carnaciones con los grisáceo-verdosos de sombras
y fondos. Forzando un poco el simbolismo del color quizá podríamos decir que también la inocencia tendrá que enfrentar-
se, en algún momento, con la grisalla de la vida. En 1977 realiza el retrato de Sara, su mujer, un rostro juvenil, de delicados
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